Porque hay mucho más que contar de lo que se suele hacer, este blog pretende ser un mirador hacia el conocimiento y la consciencia informativa, porque solo la persona bien informada puede tomar la decisión más adecuada en el momento preciso.

dimanche 5 février 2012

"Oooolé" por Manuel Rivas

Se acelera el plan de reformas radicales para consolidar la contrarreforma en marcha. Se incrementarán las ayudas y subvenciones oficiales a los festejos taurinos, donde la esencia última del espectáculo, como saben los auténticos amantes y acredita el Cossío, es la hora de la verdad: el "arte de matar". Las corridas y los pasos de Semana Santa, con presupuestos también al alza, serán de nuevo las señas de una identidad sin complejos, vanguardista y universal, por encima de nacionalismos aldeanos y trasnochados. Oído al parche: siempre habrá infelices que contrapongan estas inversiones futuristas con los recortes en la sanidad pública y el vaciamiento de los fondos destinados a investigación biomédica. Hay mucho personal alumbrado que todavía no sabe el peso de una mayoría absoluta. ¡La llave de las arcas y de las almas! Así, se procederá a eliminar la materia de Educación para la Ciudadanía para evitar el adoctrinamiento volteriano de la juventud española, de tal manera que la tarea orientadora descanse sobre todo en el tradicional espíritu neutro y científico del nacional-catolicismo. Dentro del paquete de medidas para atajar los efectos devastadores de la burbuja inmobiliaria, se modificarán las leyes de protección del medio ambiente y se permitirá la construcción en primera línea de lo que queda de litoral. Y para dejar en evidencia el ilusorio modelo alemán, que prevé el cierre gradual de las centrales nucleares, el Gobierno español acuerda poner fin al desarrollo de las renovables. Se espera con impaciencia el nombramiento de Francisco Camps como nuevo Defensor del Pueblo. Se incorporará la conmemoración de la Constitución liberal de 1812 a los eventos programados en honor de los Reyes Católicos, con un acto central y solemne en el que se anunciará la derogación de la Ley de la Memoria Histórica. Y oídos los testimonios de los crímenes del franquismo en el Supremo, hace frío y nieva en España. Nieva, sí, sobre todos los vivos y los muertos. En El País a 2/4/2012 http://www.elpais.com/articulo/ultima/Oooole/elpepuopi/20120204elpepiult_1/Tes

jeudi 26 janvier 2012

Un tribunal profesional no habría absuelto a Camps

Quien les escribe ha debido equivocarse de sala y asistir a otro juicio con un reo parecido a Camps pero que no debía ser Camps. Pero les aseguro que allí se hablaba de trajes de Milano y Forever Young y se oían grabaciones de un señor que ya no tenía bigote pero que le llamaban El Bigotes. Y que había una pantalla de televisión situada a la izquierda del juez Climent (a lo mejor era su doble) en la que aparecían documentos con importes de dinero de trajes vinculados con los apellidos Camps y Costa. Y hasta talones con cifras coincidentes de los abonos de esas prendas pagadas por una red que se llamaba Gürtel. ¡Apañado estoy como se entere mi director que me he equivocado de juicio! Aunque, pensándolo bien, no descarto la posibilidad de que yo estuviera en la sala del juicio de Camps, la correcta, y el jurado popular se equivocara y se metiera en la del otro Camps. Esto es un lío. En la que yo he estado, que creo que era la auténtica, había un derroche de pruebas con explícitas grabaciones, clarificadores testimonios e irrefutables documentos incriminatorios. Pocas veces quien les escribe, que ha asistido y cubierto centenares de juicios, había observado la contundencia con que, día tras día, caían fulminados los alegatos de la defensa de Camps. Y cómo eran desenmascarados los sonrojantes ardides empleados por algunos proveedores de las prendas para tapar que quien pagó los trajes no fue Camps sino la red Gürtel. Muy inquietante lo del informático de Forever Young al que se le obligó a manipular la base de datos para que en los tiques de compras se transmutara el apellido Camps por el de Pérez (Alvarito/El Bigotes). Porque este juicio, a falta de un muerto, ha contado con un buen cancerbero de miseria propias y ajenas. Se le ha preguntado al jurado (aseguran que algún guiño de simpatía salió desde sus asientos hacia el de los acusados al principio de la vista) si Camps recibió regalos, joyas, trajes, de El Bigotes y la red Gúrtel “en función de su cargo público”. Y el jurado ha dicho que no y le absuelve. Cabe deducir que regalos hubo (¡si es que hablamos del mismo juicio!) pero no por el cargo. O sea, el tarjetón navideño de Álvarito a Camps (inmortalizado en las grabaciones con un “Fíjate si te debo”, presidente) fue seguramente por amor al arte. Pues es vox pópuli en Valencia la altruista generosidad de Alvarito con los sin techo y los niños pobres. Sus obras de caridad han sembrado más de una lágrima navideña. Nada tienen que ver con los siete millones de euros que se llevo, a dedo (no por la cara), su empresa de la Administración de Camps. Aunque puede que fuera del otro Camps. Una cosa sí creo segura: un tribunal profesional no lo habría absuelto. Cabe recurso, y entonces sí será ante profesionales. José Antonio Hernández en El País 25 ENE 2012 http://politica.elpais.com/politica/2012/01/25/actualidad/1327524282_482793.html

Alto cargo del PP confesó a Ana Oramas que prevaricaron mandando a AMAIUR al Grupo mixto

Pues eso, que vamos listos...

vendredi 20 janvier 2012

Hacia la tercera revolución industrial

Desgobierno por JUAN JOSÉ MILLÁS

En efecto, del Costa Concordia se decía lo mismo que de nuestra banca: primero, que era imposible que un buque de esas características se hundiera; segundo, que, de hundirse, era imposible, dados sus modernos sistemas de salvamento, que hubiera víctimas; tercero, que, de haber víctimas, la primera sería el capitán. Pero resulta que se hundió, que hubo víctimas y que el capitán salió por piernas abandonando a los pasajeros a su suerte. Nos dijeron que era imposible que nuestra banca tuviera problemas; que, de tenerlos, era imposible que hubiera víctimas; que, de haberlas, las primeras serían sus directivos. Pero nuestra banca tuvo problemas, hubo víctimas y los directivos fueron los primeros en abandonar la nave con indemnizaciones millonarias. La diferencia entre un asunto y otro es que el capitán del Costa Concordia está preso mientras que los capitostes de los bancos encallados o hundidos se encuentran en paradero desconocido, disfrutando del dinero que se llevaron al tiempo de gritar sálvese quien pueda. Dinero de nuestras comisiones, claro, pero no solo de ellas. Durante los llamados años de bonanza vendieron productos bancarios incomprensibles a personas que confiaron en el director de la sucursal de su barrio y que ahora han perdido todos sus ahorros; concedieron a sus clientes más vulnerables créditos que no podrían devolver a sabiendas de que no los podrían devolver, prevaricando hasta el paroxismo, signifique lo que signifique paroxismo; sobrevaloraron los inmuebles por los que se otorgaban las hipotecas, infravalorándolos luego a la hora de ejecutarlas. Realizaron, como el capitán del Costa Concordia, todas las maniobras desaconsejadas por los manuales de navegación y fueron los primeros en ocupar los botes salvavidas. Fiscales, jueces, defensores del pueblo, ¡suban a bordo y hagan algo, coño! Fuente: http://www.elpais.com/articulo/ultima/Desgobierno/elpepiult/20120120elpepiult_2/Tes

lundi 9 janvier 2012

Imponente reflexión sobre el posible cierre de "Diario Público" (España) y la pasividad de la izquierda

Sin consciencia no hay sujeto (¿Y tú qué hiciste para tener medios críticos?) A los trabajadores del diario Público. A los que confiaron en un medio crítico. A todo los que hicieron su parte en este proyecto El pensamiento crítico destaca por saber buscar las razones objetivas de lo mal que nos va. Y no es un error hacerlo. Cuando Lenin escribió “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, en 1920, dejó claro que el Poder (con mayúsculas) va más allá del aparato del Estado y ocupa todos los rincones, nacionales e internacionales, donde se perpetúan los grupos privilegiados y se hace todo lo posible y lo imposible para que las alternativas cuajen. Eso nos permite entender que, nieve o haga un sol de justicia, ahí están, incólumes, los medios que defienden el statu quo nacional o internacional. En España, contra viento y marea, no se mueven La Razón o La Gaceta, El diario de Sevilla o el Heraldo de Zaragoza, y también El país o El mundo, todos con pérdidas, todos aguantando con sus financistas bien firmes. El capital siempre sabe, en última instancia, dónde poner los puntales para sostener su edificio. Para los pueblos calculan a corto plazo. Para ellos, se dan más perspectiva. Pero ¿qué hay de la izquierda? ¿Asume cada cual su parte de responsabilidad? En primer lugar, nunca termina de saber utilizar lo público de una manera diferente a lo que marca el funcionamiento heredado del Estado. En segundo lugar, nunca sabe librarse de los cortesanos que pudren el cesto vestidos de rojo, que terminan por debilitar la mística, haciendo que los generosos se vean como pendejos. En tercer lugar, suele confundir su frustración con el derecho a exponer cualquier argumento, convirtiendo la política en religión y haciendo más fácil la construcción de sectas que la suma de voluntades. Siempre hay alguien más a tu izquierda, incapaz de levantar ningún proyecto pero, eso sí, lleno de ira bendita y profundas razones que justifican la inacción y la resignación. Pesan los siglos de cristianismo. Por último, pero no lo menos importante, está lo que aquí y ahora nos convoca ante el anuncio de la posible desaparición del diario Público: LA IZQUIERDA NO ES CAPAZ DE SOSTENER SUS PROPIOS REFERENTES DE IZQUIERDA, PENSANDO QUE SU FINANCIACIÓN VIENE DEL CIELO. Y si la izquierda no está dispuesta a sufragar sus medios, sus editoriales, su cine, su poesía ¿quién lo va a hacer? ¿Acaso la derecha, los banqueros, el FMI o el BCE? Dense una vuelta por el Corte Inglés y verán los estantes llenos de libros revisionistas dictados por los turiferios de Intereconomía. No los compra mucha gente, pero da lo mismo: ahí están, normalizando el discurso. Y lo mismo ocurre con los canales de la TDT madrileña, las ONG que no quieren cambiar ni una coma del guión neoliberal, las revistas reaccionarias, los seminarios de profesores deudores de Viriato y Von Hayek… Como dijo Tucídides: “descansad o sed libres”. Hoy, en cualquier caso, como siempre que se pierde un referente de la izquierda en los medios de comunicación, somos un poco menos libres. España sigue teniendo un tufo franquista escondido en sus ropajes de nuevo rico. Un país que se dice de izquierdas pero deja campar a sus anchas a la derecha. Incapaz de rascarse el bolsillo para algo que no sea caritativo, incapaz de hacer suscripciones políticas, compras ideológicas, anuncios de apoyo. Una izquierda tutelada que sigue pensando que alguien se ocupa por ti de las cosas relevantes. De ahí la grandeza potencial del 15-M. Sólo en ese impulso parece estar la dinamita que derrumbe el viejo edificio nacional-católico, indolente, servil, obsequioso con el poder y arrogante con el débil. Porque ni los partidos de izquierda, ni los sindicatos, ni los movimientos sociales, ni los intelectuales críticos, ni los empresarios progresistas parecen interesados en sostener una mirada diferente en el castrado panorama mediático español. Quizá sea tiempo de aprender de otras experiencias, como la del diario cooperativo mexicano La Jornada, y atrevernos a hacernos cargo de nuestras propias responsabilidades. Aunque sea pidiéndoles que nos ayuden. Hoy somos un poco más pobres. Un buen día para una pregunta ¿y tú qué hiciste para evitarlo? FUENTE: http://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2012/01/04/sin-consciencia-no-hay-sujeto-%C2%BFy-tu-que-hiciste-para-tener-medios-criticos/?mid=570

dimanche 8 janvier 2012

Genial análisis geopolítico del polvorín iraní tras la discusión por ver quién la tiene más grande de las últimas semanas

El polvorín iraní y la guerra “inminente” en Oriente Medio Al calor de la última escalada de tensión entre Irán y Estados Unidos, con motivo de las maniobras militares del primero en el Estrecho de Ormuz a principios de enero, muchos hablan ya de la nueva guerra “inminente” en Oriente Medio. Se trata del último eslabón de una cadena de acusaciones recíprocas, tendentes siempre a imputar al otro la máxima responsabilidad en el estado de tensión y desestabilización permanentes en que vive sumida la región desde hace años. La República Islámica ha afirmado que actuará con contundencia ante cualquier provocación de la Armada estadounidense, cuyos barcos transitan libremente por las aguas del Golfo Pérsico. La amenaza incluye el cierre del estrecho en cuestión, un conducto marítimo de gran importancia para el tráfico petrolífero mundial que, en su tramo menos extenso entre las costas de Irán y Omán, no supera los 40 kilómetros y supone la puerta de entrada a los principales yacimientos del planeta. El motivo aparente que ha provocado la reacción airada de Teherán es la “presencia hostil” de los navíos estadounidenses mientras las maniobras se llevaban a cabo y el anuncio de nuevas sanciones económicas por parte de los países occidentales, entre las cuales destaca la decisión europea de anular sus importaciones de crudo iraní. Esta medida, que comenzaría a aplicarse dentro de unos meses como muy pronto, supondría un durísimo golpe para la economía de Irán, dependiente de los hidrocarburos, y agravaría su vinculación necesaria con clientes preferentes como China. Pero, en realidad, la polémica suscitada en torno a las citadas maniobras refleja la percepción de los dirigentes iraníes de que se está perfilando ya una campaña militar que cuenta incluso con un calendario y plan de acción definidos. Por lo tanto, en cierta manera, Teherán está dando a entender que está preparada para la guerra y que no está dispuesta a ver cómo las sanciones, embargos y presiones diplomáticas debilitan progresivamente su capacidad operativa como potencia regional. Que las conminaciones de sus responsables militares expresen, en el fondo, una opción de fuerza o, más bien, constituyan una muestra de debilidad, como insiste la diplomacia de Washington, es algo que está por ver. Sí es indudable que, a la vista de la situación convulsa en que se halla sumida la zona -y la crisis económica mundial-, con revueltas populares en Siria y Yemen, el rebrote de la violencia sectaria en Iraq, las incertidumbres de la transición egipcia, el oscuro panorama del futuro afgano y las disfunciones orgánicas del Estado paquistaní, una operación bélica en Irán produciría, además de la tan pocas veces tenida en cuenta sangría de vidas humanas, una convulsión global. La irritación iraní ante las idas y venidas de los buques de guerra de Estados Unidos por el Golfo no es, por supuesto, novedosa; pero sí la visceralidad de su postura actual y la contundencia del mensaje: somos capaces de cerrar el Estrecho de Ormuz y evitar el tránsito del 40% de los envíos de crudo diarios del planeta. Ya se había amenazado con anterioridad con hacer eso mismo, si bien, ni siquiera durante los peores años de la guerra con Iraq (1980-1988) se había cumplido. Las maniobras, llamadas Velayet 90, tenían por objetivo “reforzar la seguridad del Golfo Pérsico” y demostrar que, en un plazo razonable de tiempo, el Ejército iraní puede bloquear el tráfico marítimo y, de paso, controlar de cerca a la flota de EEUU. El hecho de que hayan anunciado nuevos ejercicios navales para finales de este mismo mes certifica el empeño de Teherán de recalcar dos prioridades: la continuidad de su programa nuclear, pacífico según sus declaraciones, bélico a decir de sus detractores, y, en especial, la negativa a nuevas medidas de castigo económicas. El crudo iraní que devora China De hecho, los mandatarios iraníes han asociado el posible cierre del estrecho a nuevas prohibiciones a la exportación de crudo iraní. Las sanciones, hasta ahora, han perjudicado de manera notable la producción industrial y las finanzas iraníes: la escasez de la tecnología y los repuestos necesarios para mantener y modernizar la maquinaria de los hidrocarburos, así como las restricciones a los movimientos de capital iraní, han propiciado la devaluación constante del tomán, moneda nacional, la carestía de precios y el descenso del nivel de vida. Como hemos señalado ya, el veto a las exportaciones petrolíferas por parte de la Unión Europea (segundo importador), unidas a una imposible colusión de Japón y Corea del Sur (cuarto y quinto importadores respectivamente), agravaría las penurias de la República Islámica a la hora de obtener liquidez. Además, el cerco cada vez más estrecho ejercido por Estados Unidos, cuyo presidente aprobó recientemente más constricciones contra el Banco Central de Irán y presiona a una hasta ahora reluctante China -primer cliente comercial de Irán, con una quinta parte de los aproximadamente 2,5 millones de barriles diarios- para quese sume al boicot. Otros, como India, su tercer mejor cliente, afrontan cada vez más dificultades para efectuar el pago de sus importaciones, debido a las penalizaciones impuestas a los bancos que realicen transacciones con el Central iraní. Los dirigentes indios han confirmado su deseo de seguir importando crudo iraní pero, por si acaso, buscan proveedores alternativos. Un inconveniente añadido para Teherán es que su otro gran valedor internacional junto con China, Rusia, es el segundo productor mundial de petróleo y poco puede ayudar en este sentido. Sí a la hora de paralizar cualquier proyecto bélico en Naciones Unidas y neutralizar las presiones que pudieran ejercerse sobre terceros países para sumarse a un plan agresivo con respecto a Irán; pero la experiencia ha demostrado que, cuando Occidente se propone llevar a cabo una acción de guerra, los rusos y los chinos poco han podido o querido hacer para impedirla. Hoy, las razones que han retrasado el inicio de las hostilidades contra la República Islámica no tienen tanto que ver con el orden internacional como con las penurias financieras de la Unión Europea y Estados Unidos, y las peligrosas implicaciones geoestratégicas de un nuevo conflicto bélico en Oriente Medio, en esta ocasión ante un enemigo temible, dotado de muchos más recursos que el Iraq de Saddam Husein y el Afganistán de los talibanes. Con todo, quién sabe si los impedimentos de cariz económico no terminarán constituyendo al final, precisamente por eso mismo, un acicate más para lanzar una guerra con la que supuestamente reactivar la economía occidental (o, al menos, reactivar la industria armamentística y justificar mayores flujos de capital desde las ricas monarquías árabes del Golfo). Lo que sí resulta evidente es que Washington está adoptando los pasos precisos para reducir al máximo el impacto en el ámbito geoestratégico de una escalada militar contra Teherán. Y ésta lo ha percibido con nitidez; de ahí su nerviosismo. Sobre esto último, no hacen falta alardes de clarividencia para comprobar, junto con los responsables iraníes, que algo se “cuece”, pues, en gran medida, se están produciendo los movimientos regionales que todos sabíamos debían preceder un proyecto de este tipo. En primer lugar: los iraníes sabían que ningún ataque contra su soberanía nacional habría de tener lugar hallándose Iraq ocupado por decenas de miles de soldados estadounidenses. Estos se convertirían en una especie de rehenes de los numerosos aliados, Gobierno incluido, de los iraníes en la antigua Mesopotamia y compondrían una retaguardia de muy difícil manejo. Con la retirada, completada en 2011, de los efectivos militares de Washington -pero el mantenimiento de su capacidad operativa en el país y la consagración de su “búnker” de inteligencia en la sede de la embajada en Bagdad- este inconveniente queda superado. Los iraníes sabían también que la inestabilidad crónica en Afganistán, donde las tropas internacionales sufren bajas diarias en una guerra de desgaste que nunca podrán ganar, impide cerrar de forma hermética la frontera oriental iraní. Ahora, el reconocimiento de que se puede negociar con los talibanes, tras años de considerarlos “terroristas”, y el visto bueno de Washington a la apertura de una oficina del movimiento en Qatar, confirman el deseo de aquel de alisar la espiral afgana, aun de manera provisional, en vísperas de la salida de las tropas de ocupación estadounidenses antes de fin de año. El guión prebélico Al mismo tiempo, para justificar una posible participación de países árabes en la empresa -o su neutralidad cuando menos- se ha puesto en marcha, una vez más, una ronda de contactos entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel, en Jordania. Se pretende así impulsar las llamadas negociaciones de paz, a pesar de que el gobierno de Benjamin Netanyahu, uno de los principales partidarios de un castigo militar contra Irán, no ha revisado siquiera su política de asentamientos y expansión territorial en la Palestina ocupada. También, Washington trata de que las cosas no excedan un nivel de tensión asumible en Pakistán, que corre serio peligro de convertirse en un estado fallido de pleno derecho, y hace todo lo posible por reducir una deriva antiestadounidense en aquellos países árabes donde las revueltas populares han derrocado a presidentes dictatoriales, como en Egipto, a la par que coordina con los Estados aliados políticas de contención, basadas en tímidas aperturas y amagos democráticos, para evitar el contagio revolucionario. En consecuencia, el guión prebélico queda bien dibujado: aparente normalidad en el entorno continental iraní, una economía asfixiada, con un liderazgo político cada vez más nervioso, y la fortaleza de los dispositivos militares estadounidenses en el área. Desde sus bases en Kuwait, Bahréin, Qatar y Omán, más los efectivos franceses en Emiratos y Yibuti, Occidente puede neutralizar la operatividad de los iraníes en aguas del Golfo. A todo esto se une la animadversión de las monarquías árabes a la República Islámica, las cuales se andan con cada vez menos sutilezas a la hora de pedir o exigir incluso una acción de guerra. Para algunos, como el rey de Bahréin o el emir kuwaití, los iraníes están detrás de los movimientos políticos opositores y las supuestas conspiraciones externas. Más de un Estado árabe del Golfo ha tomado medidas contra diplomáticos iraníes y ha anunciado la desarticulación de supuestas redes de espionaje, hasta el punto de que el vocabulario local se ha convertido ya en usual la referencia a la “injerencia de un país vecino” siempre que ocurre algo inusual, caso de las recientes manifestaciones en las provincias de mayoría chií en Arabia Saudí. Para ésta y el resto, el programa nuclear de Teherán y su expansión regional, propiciada, aunque parezca paradójico, por la ocupación estadounidense de Iraq, constituyen un problema de primer orden, entre otras cosas por el influjo ideológico que pueda ejercer la República Islámica en las poblaciones chiíes de la Península Arábiga. Episodios recientes, como la reacción oficial saudí ante el oscuro compló de agentes iraníes para asesinar a su embajador en Estados Unidos o el incremento de las importaciones de armamento y alta tecnología de guerra por parte de las petromonarquías -unos 130.000 millones de dólares en los últimos años- hacen pensar a Teherán que los saudíes y compañía también están dispuestos a colaborar, no sólo con dinero o aumentando su producción de crudo, en la hipotética campaña. Por ello, el mensaje de las maniobras navales va también dirigido a ellas, así como los anuncios apocalípticos sobre una escalada sideral de los precios del petróleo (hasta los 250 dólares en caso de conflicto). En verdad, Teherán precisa de barriles caros para costear su precariedad financiera pero sabe que los vecinos árabes, en primer lugar Arabia Saudí, pueden hacer de contrabalanza para conseguir exactamente lo contrario. No extrañe pues que desde sectores de la Península Arábiga se haya acusado a Teherán de fomentar toda esta polémica en torno a las maniobras para, de paso, hacer que el crudo cueste más. Irán está haciendo gala, frente a todas estas evidencias, de una crispación inusual en una diplomacia acostumbrada a una política de irradiación continuada pero precavida y soterrada. La ocupación de la embajada británica en noviembre de 2011 o el anuncio de un proyecto de extracción petrolífera en la zona de Yaraf, territorio fronterizo con Kuwait disputado por ambos países, ilustran, junto con las maniobras militares y las declaraciones incendiarias de sus dirigentes, su propósito de, al menos, diseñar sus propios plazos y obligar a Washington a trastocar los tiempos de sus planes bélicos, si es que existen. Intenta así disponer de alguna baza, pues las buenas cartas comienzan a resultarle escasas: en Siria, la determinación occidental de apretar sin ahogar y esperar la descomposición del régimen de Bachar al-Asad, o como poco la debilitación estructural de su Ejército y protagonismo regional, está desesperando a los iraníes, principales aliados de Damasco, que ven cómo su salida al Mediterráneo se está desmoronando sin que los dirigentes sirios sean capaces de ofrecer más que represión y violencia a las demandas de la población. En Líbano, Hezbolá está enfangado en las disputas intestinas con sus socios de Gobierno y el grave deterioro de su imagen pública en el país y todo el mundo árabe a resultas de su apoyo incondicional a los dirigentes sirios. En Palestina, Hamás, el otro vértice de esa alianza regional sirio-iraní, mantiene una actitud de cauto distanciamiento respecto de la crisis siria y trata de asegurarse sus propias alternativas. Aun cuando el propio el Guía Supremo, el ayatolá Alí Jameni, acogió las revueltas árabes con entusiasmo, a principios de 2011, el curso de las mismas y la evidencia de que el discurso liberalizador iraní no tiene nada que ver con su política de cerrazón y opresión doméstica han impulsado a numerosos árabes a musulmanes a sospechar que Teherán reniega, tanto como Estados Unidos, máximo valedor de dictaduras y regímenes represivos en la región, de un modelo verdaderamente democrático en Oriente Medio. Por si no bastara, a las enormes dificultades económicas y geoestratégicas de la República Islámica se unen las desavenencias internas, con un presidente, Ahmad EddínNeyad, enfrentado al Guía Supremo y una lucha velada entre los partidarios de uno y otro por hacerse con el mando del poder y dictar las líneas maestras de una política exterior cada vez más agresiva y menos calculada. Todo sea para desviar, de paso, la atención de las corrientes opositoras en el interior, pero a costa de aportar más argumentos a quienes abogan por la acción militar punitiva y comienzan a acusar, dentro de Estados Unidos, al propio presidente Barack Obama de pusilánime por no atacar ya mismo. *Ignacio Gutiérrez de Terán Gómez-Benita, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, Universidad Autónoma de Madrid. FUENTE: http://www.elconfidencial.com/opinion/tribuna/2012/01/08/el-polvorin-irani-y-la-guerra-inminente-en-oriente-medio-8531/